Marisol vs. Rocío Durcal
Marisol vs. Rocío Durcal
Marisol fue considerada como uno de los símbolos de la infancia en los años 60, junto con Joselito y la joven Rocío Dúrcal, llegando a bailar para altas autoridades como el entonces Jefe del Estado, Francisco Franco. Tenía largas jornadas de trabajo en las cuales disfrutaba de poco tiempo libre haciendo películas, anuncios, giras… Sus jornadas comenzaban a las cinco de la mañana. Y lo pasó francamente mal cuando se la separó de su familia, más concretamente de su madre (a la que se envió en los primeros años a una pensión cerca de la casa), la cual fue a Madrid con ella. Más adelante, y a petición de Pepita, instalaron a Doña María (su madre) en la residencia de los Goyanes, pero en una habitación separada de la de su hija, que era registrada habitualmente.
Marisol tuvo una infancia un tanto extraña, ya que a la edad de 15 años se le diagnostica una úlcera en el estómago (la cual fue causada por el estrés y el duro trabajo al que era sometida). Ya con 15 años se cuenta que deseaba abandonar el mundo del cine y de la canción, declarando alguna vez que tan sólo quería encontrar a un buen hombre que la quisiera, con el que tener muchos hijos y vivir alejada de todo ese mundo.
Descendiente de una familia humilde, Rocío Durcal trabajó desde muy joven como peluquera. Durante su infancia, e impulsada por su abuelo, participó en numerosos concursos radiofónicos en busca de una oportunidad como niña prodigio, hasta que quedó finalista del concurso Primer Aplauso de Televisión Española. En sus comienzos se dedicó al flamenco y a la canción española, primero con el nombre de Rocío Benamejí y, posteriormente, de Rocío Fiestas. Al productor cinematográfico Luis Sanz, que la contrató en exclusiva para la productora Época Films, se debe el nombre de Rocío Dúrcal, su definitivo alias artístico.
Rocío Dúrcal debutó en el cine con la película Canción de juventud (1961), del Luis Lucia, bajo cuya dirección trabajó también en su segundo filme, Rocío de la Mancha (1962). Un año después rodó La chica del trébol, de Sergio Grisco, y se afianzó como artista profesional con su intervención en la comedia musical de Norman Krasma Un día en Nueva York (1963), dirigida por Adolfo Marsillach.